miércoles, 13 de febrero de 2013

La historia de mi mejor amigo



PRÓLOGO: COMIENZA EL INTERROGATORIO 
                 
                El doctor Saavedra mira mis movimientos con gesto grave, yo como siempre le estoy ignorando.  A mi amigo y a mí nos gusta pasar de su geta y eso le mosquea un montón. Lo que mantiene mi curiosidad atrapada ahora mismo es el tipo del traje, no le he visto nunca. Seguro que está aquí porque quiere que le hable de mi amigo. Ambos personajes me miran, puedo notar el odio en la mirada del doctor, seguro que está intentando asesinarme con el poder oculto que esconde en sus pupilas, un superpoder que solo sabe utilizar él. Pero no me dan miedo sus poderes de villano, solo temo que se convierta en zombi y nos coma vivos.
                El señor del traje está leyendo con mucho interés mi historial, no sabía que hubieran escrito un taco tan grande de folios sobre mí. Supongo que el de mi amigo será el doble de gordo. El inspector (o lo que sea) levanta los ojos de su lectura y pregunta algo que no ha entendido susurrándole al doctor . Bendita  Dietilamida, ¿Cuando me van a sacar de aquí? El doctor le contesta señalando algunos puntos del folio que tiene en la mano y Holmes asiente dando a entender así que ha comprendido lo que le está diciendo. Luego los dos me miran y yo sonrío. Sé que ver la sonrisa de un loco suele poner muy nerviosas a las personas de la calle, pero ellos mantienen su aplomo, me sostienen la mirada e incluso el poli se toma la licencia de devolverme la sonrisa. Esto me gusta cada vez más.
                El tipo del traje saca un pequeño aparato y lo pone sobre la mesa, yo alargó mi mano con intención de tocarlo pero el doctor me la retira de un manotazo, está visto que me tiene manía.
                El inspector pulsa una tecla del aparato.

Día uno / 07-02-1985 /12:07
Centro de rehabilitación de Toledo “Los santísimos estigmas”
Comienza la grabación audio
               
                -Señor  León de la Metrópolis. ¿Sabe por qué está aquí?
                Al escuchar esa pregunta me he dado cuenta de que no he analizado el lugar en el que estoy.  Veamos… una mesa de aluminio… una silla en la que me encuentro sentado… unos fluorescentes en el techo… otra silla vacía… un espejo gigante en la pared de mi izquierda…un doctor que me mira mal... y un tío que me está preguntando. No hay nada más.
                -Pues no, no sé por qué estoy aquí. ¿Puedo irme al patio a jugar?
                -Me temo que primero va a tener que contestar a unas preguntas- dice el tipejo del traje sentándose en la silla vacía.
                -¡Me encantan las preguntas! Dispara.
                -Su amigo… el paciente…-comienza a hablar buscando el nombre de mi amigo en su informe.
                -¡No digas su nombre!-me inclino hacia mi interrogante y digo muy muy bajito:- El nombre de mi amigo es secreto. Puedes llamarle el Paciente X. Queda cutre, pero es lo primero que se me ha ocurrido. Aquí le llamamos…
                -El iluminado-completa Saavedra con un suspiro de burla y fastidio.
                -Exacto, el iluminado. Pero como es tú incógnita, señor detective, llámalo Paciente X -remató yo.
                -Vale, háblame del incidente en el que el Paciente X y usted se vieron involucrados la tarde del 23 de enero.
                -Lo recuerdo como si fuera ayer, era una tarde fría como todas las de enero, pero esta era especial. Mi amigo y yo habíamos tomado una feliz decisión, inconscientes del final que nos esperaba. ¿Conoces el paseo del Tránsito? Está saliendo  del caso antiguo de esta ciudad. Pues bien, en ese parque hay un miradero con unas excelentes vistas del valle y del sucio río Tajo. Una de las piedras que sobresale del “acantilado” sobre el que se sostiene el miradero se llama la roca Tarpeya.  Dícese de tal pedrusco que por él se tiraban al río a una parte de los condenados en la época de los romanos.  Esa tarde mi amigo y yo nos vimos relacionados con esa piedra…

                Los turistas se arremolinaban en la barandilla del miradero y miraban en dirección al río. Dos personas andaban por una roca que sobresalía en la falda del valle a unos pocos metros más abajo del paseo del tránsito. El día estaba llegando a su fin y las últimas luces del anaranjado sol se escondían detrás de las montañas. La niebla comenzaba a aparecer desde el caudal del río con el frío de la noche  y dejaba borrosas las figuras humanas que tanta atención atraían.
                Pocos de los turistas sabían que la piedra que estaban mirando tenía nombre y que ocultaba una tétrica historia.  Mirar esa roca es similar a mirar una horca.
                La gente observaba aterrorizada a los individuos, pero ninguno apartaba la vista del peligroso espectáculo, seguro que más de uno deseaba ver a esos individuos despeñándose ladera abajo hasta hundirse en el agua. Los que tuvieran el gusto de ver la carnicería no se quedaron con las ganas. Los dos saltaron y después de golpearse varías veces se perdieron de vista en las profundidades del agua.
                Para cuando la policía llegó los dos chicos llevaban desaparecidos más de 15 minutos. Nadie esperaba volver a verlos con vida.
                Al amanecer del día siguiente, cuando se reanudó la búsqueda después de una fría noche ambos fueron encontrados en el viejo embarcadero echando de comer a los patos. La noticia corrió de boca en boca como la pólvora durante semanas. Los dos desdichados no recordaban nada de lo que había pasado…
               
                El inspector interrumpe de repente mi relato. ¡No tiene ningún respeto!
                -Esa no es la historia que quiero oír, quiero que me cuentes…
                -¡Silencio!  ¿Puedo continuar?
                El inspector tuerce el gesto en una mueca de fastidio y me da permiso para continuar hablando con un ademán de su mano.
                -Nos sometieron a un mogollón de pruebas médicas y determinaron que estábamos locos. Después nos internaron aquí a mi amigo y a mí para nuestra rehabilitación.  Y esa es la historia del incidente de la tarde del 23 de enero de 1981. ¿Puedo irme a jugar?
                -Me parece que no me he explicado bien, lo que yo quiero que me cuente es el incidente de este año, quiero el incidente  de la tarde del 23 de enero de 1985 y también quiero saber qué relación tiene eso con el día 28 de febrero- explica el señor detective-.  Estoy aquí para saber la verdad. Y espero que sepas que es de vital importancia para nosotros saber todo sobre lo que pasó ese día.
...
Continuará

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