5-BAJO UNA INQUEBRANTABLE NORMA
(No me gusta estar solo, es demasiado aburrido estar hablando conmigo mismo. Tengo que reconocer que me gusta contarle mi vida a Saavedra, es muy divertido jugar con él, casi igual de entretenido que fastidiar a Saavedra. No saben nada de lo que pasa aquí no tienen ni idea del alcance de esta situación. Minuto a minuto la cosa se pone más interesante.)
(No me gusta estar solo, es demasiado aburrido estar hablando conmigo mismo. Tengo que reconocer que me gusta contarle mi vida a Saavedra, es muy divertido jugar con él, casi igual de entretenido que fastidiar a Saavedra. No saben nada de lo que pasa aquí no tienen ni idea del alcance de esta situación. Minuto a minuto la cosa se pone más interesante.)
...
La parejita vuelve a entrar en la sala de interrogatorio.
Les abro los brazos en señal de bienvenida.
-¿Ya
terminaron de hacer manitas?- pregunto maliciosamente.
El
detective ignora mi comentario sarcástico y me apremia a continuar relatando:
-Ibas
a contarnos lo que paso después del jaleo nocturno.
-Si,
iba a hacerlo… antes de que me interrumpierais. ¿Se me permite continuar o van
a volver a dejarme de sujeta velas aquí solo?
Empiezo
a sospechar que esos dos tienen un lio del que no estoy enterado.
-Continúa
por favor-me pide García.
-La
siguiente historia Saavedra se la conoce muy bien-y retomo el hilo de mi
historia:
Los
médicos que subieron a la tercera planta alertados por la fiestecilla
improvisada se nos echaron encima y nos bloquearon. Otros se apresuraron a
cerrar las puertas y a meter en su habitación a los curiosos que todavía
quedaban fuera. No volvimos a ver a el guardia que encerramos en la 321.
Nos
bajaron al despacho del director, que está en la segunda planta.
Para
el centro médico aquella situación era de alarma, no les gustaba tener a los
locos correteando por la instalación a su gusto, ni les alegraba tener a un
tipo capaz de librarse a su gusto de una camisa de fuerza.
El
director estaba de guardia también así que no se había ido a su casa aquella
noche. Llamaron a la puerta y en el interior del despacho se escuchó
movimiento. El sonido de una puerta
abrirse y luego algo muy pesado que se arrastraba por el suelo llegó a nuestro
odios. Después el directo salió a fuera con aire somnoliento.
-Director
Saavedra, disculpe la molestia, pero hay un problema que requiere su
atención-dijo uno de los médicos señalando a mi amigo y a mí.
-¡Buenas
noches dire!-Saludó mi amigo con sus manos libres.
Saavedra
es un hombre muy trabajador, ocupa el mismo cargo de todos los médicos y además
dirige todo el manicomio. Está hecho todo un hombre de negocios.
Nos
miro sorprendido a ambos, pero su atención se centró en mi amigo que estaba sin
su uniforme aprisionador.
-¿Qué
hacen estos dos aquí?-preguntó enfadado.
-Han
encabezado una revuelta en la tercera sección- informan los médicos.
-¿Y
ese que hace sin la camisa de fuerza?
-Permítame
contestar a esa pregunta. ¿Me permite?-se ofreció gentilmente mi amigo.
-Adelante-concedió
Saavedra asesinándole con la mirada.
-Tú
no sabes lo…-dijo mi amigo antes de ser interrumpido por Saavedra.
-Usted.
Mi
amigo le miró sin entender ese bisílabo e increpó:
-¿Cómo?
-Que
me trate de usted-exigió el director
-Ah,
sí. Perdone usted. Usted no sabe lo molestas que son esas prendas, por eso me
la quite su señoría.
-¿Qué
se la quitó? ¿Cómo fue eso?-inquiere fulminante Saavedra a los médicos que
estaban allí presentes.
-No
lo sabemos señor, le encontramos así.
El
jefe suspira, estaba muy enfadado. Vuelve a la carga:
-Pónganle
otra ahora mismo. ¿Quién estaba cuidándoles?
Uno
de los esbirros se fue raudo y veloz a buscar otra camisa.
-Estaba
de turno Antonio Zamora. No sabemos dónde está ahora-contesta uno.
-¡¿Dejaron
a un novato solo con esos dos?! ¿Quién compartía el turno con él?
-Yo,
señor- dijo un batablanca cabizbajo
dando un paso al frente.
-Maldito
desgraciado, ¿por qué no le acompañó?
-Yo…
Verás señor…
-No
me importa, quedas despedido. ¡¿Dónde está esa camisa de fuerza?!
El médico
que se había ido hacía apenas medio minuto volvía corriendo con la camisa en
alto.
-Aquí
la traigo señor.
-Póngansela
y cuando lo hagan háganlos pasar a mi despacho.
Dicho
eso, Saavedra entró en su morada y cerró la puerta de un portazo.
Minutos
después comenzó nuestra primera reunión en calidad de locos con Saavedra. Estábamos
solos con él.
-Sabía
que nos causaríais problemas-comenzó diciendo.
Mi
amigo sonríe de oreja a oreja, la camisa de fuerza que le han puesto le hacen
parecer más loco de lo que está. Suelta una carcajada de orgullo y dice:
-Me
complace saber que usted tenía tantas esperanzas en nosotros.
Saavedra
se levantó de su butaca y comenzó a caminar por la habitación. Nosotros le seguíamos
con la mirada y él hablaba sin mirarnos:
-Esto
no quedará así, no he luchado tanto para caer tan fácilmente. Sabéis lo que os jugáis.
-Y
usted también sabe lo que se juega- dijo mi amigo señalando con la cabeza a una
de las muchas estanterías de la sala.
El
director transmutó sus facciones en un gesto duro y malévolo, su voz sonó
diferente cuando dijo:
-Siento
decirle que no le comprendo, usted está
loco y su palabra no tiene valor para mí ni para ninguno de los que
trabajan aquí. Has perdido, ya puedes ir rindiéndote.
Alguien
llamó desde el exterior. Saavedra le dio permiso para entrar. Un medico soñoliento
entró y se dispuso a informar:
-Hemos
encontrado a Antonio, estaba encerrado en la 321. Cuando le pusimos la camisa
de fuerza a este individuo descubrimos que tenía un manojo de llaves, de alguna
forma se las quitaron y consiguieron encerrar a Antonio. Es todo cuanto
sabemos.
Saavedra
cambió su voz de nuevo, ahora sonaba con autoridad:
-No
volveré a tolerar este tipo de actitud por parte de ustedes. Aquí vivimos bajo
una inquebrantable norma. ¿Me oyen?
-Alto
y claro general-responde mi amigo.
-Por
lo pronto están castigados, mañana les informaré de su pena.
Mi
amigo se queja.
-Venga
hombre, el primer delito sale siempre gratis.
-Pónganlos
en habitaciones separadas, ¿cuáles quedan libres en la tercera?-continúa
Saavedra omitiendo las quejas de mi amigo.
-321,
que es doble y 323, que es triple. Ambas no tienen ningún ocupante-informa el
médico casi sin pensarlo.
-Muy
bien, metan a cada uno en una de esas.
-Se lo
dije antes al señor… Antonio, no pienso meterme en ninguna habitación con el
numero tres-protesta mi amigo.
Saavedra
sonríe y se dirige al médico recién llegado:
-Metan
ha ese señor en la 323.
-No
pienso entrar en ninguna habitación con el numero tres-vuelve a quejarse mi
amigo.
-Escúchame,
si hubiera en este edificio alguna habitación con el número 333 ten por seguro
que esa habitación sería la tuya, aunque tuviera que sacar de ella al mismísimo
Satanás. Y ahora llévenselos, no quiero verlos más esta noche. -y añadió en un
susurro inaudible cogiendo a mi amigo del hombro-: ten cuidado con lo que
dices, esto no ha hecho más que empezar.
Claro
que no había hecho más que empezar, cuando salimos de aquel despacho deslice la
lengua por mi paladar y jugueteé con la lleve que tenía en el interior de mi
boca. Iba a ser una noche muy larga. Si querían guerra tendrían la de maratón.
...
Continuará
#Lhdmma
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