Yo suelo saltarme las notas que los autores publican en las
primeras páginas de sus libros. La primera vez que lo hice me sentí como una
persona maleducada que se cuela en la casa de un amigo, después de haber sido
invitado, sin escuchar sus palabras de bienvenida. Pero yo, como otros muchos,
no puedo evitar este procedimiento de asalto que me lleva directamente al meollo
del asusto: La historia que se narra pasada esa nota. No obstante, cuando el
libro llega a su fin, vienen las ganas de saber más sobre lo que llevó al padre
del texto a escribirlo, cuál fue su motivación, su musa, qué sintió durante el proceso de creación. Todos estos datos frecuentan esas notas. Nunca he escrito
una nota de autor, directamente me he dedicado a escribir y ya está. Al fin y al
cabo ¿no se trata de eso? Así que pude que no se me den bien las bienvenidas,
pero no quisiera ser descortés y no dedicarle unas letras de presentación a
este blog. Empezaré por relatar lo que me dio el pistoletazo de salida:
Fue hace unos días, a punto de entrar a la presentación de nuestra facultad en la universidad. Pío Baroja, escritor ligado a la generación del 98, escribió en su obra El árbol de la ciencia un capítulo que se acopla bastante bien a lo que sentimos muchos jóvenes a las puertas de aquel salón de actos. Me refiero al capítulo que abre el libro, uno titulado: “Andrés Hurtado comienza la carrera”. En él se narra cómo los alumnos esperan impacientes a que se abra el aula donde dará comienzo su carrera universitaria. Ellos son felices pensando que ese paso del bachillerato a los estudios de facultad va hacer que sus vidas cambien radicalmente y que todo sea un paraíso de rosas. No se engañan, sus vidas cambian drásticamente. A partir de ese día deberán enfrentarse a problemas totalmente diferentes de los que habían visto hasta entonces y, sí, caminaran por un prado de rosas, pero llenas de espinas.
Baroja muestra con su habitual pesimismo como las ilusiones de
estos muchachos mueren clase tras clase y no queda nada de ellas. Solo
unos pocos llegan a la meta y no lo hacen de manera limpia. Las
aspiraciones de los jóvenes estudiantes que esperaban ansiosos que todo aquello
empezara mueren con la caída de las hojas del calendario.
Este escritor no
podía ser más preciso. El primer día de clase mostramos nuestras ganas de
comernos el mundo y bebernos el mar. ¡Apartaos que aquí estoy
yo! se dice al comienzo. Y a la primera semana. Puede que incluso al
primer mes. En cualquiera de los casos esas fuerzas con las que vas el primer
día desfallecen de hambre de ilusión y de motivación. La rutina, las
contrariedades, el duro trabajo... hacen que miremos a aquel niño tan
ilusionado del primer día y le digamos: ¡Ay, novato novatillo!
Hace tiempo
que descubrí que no hay nada más fuerte que la ilusión de un novato.
Hacen que las cosas parezcan muy fáciles. Cuando no tienes experiencia de algo
desconoces los sufrimientos que ello te puede acarrear y te fijas ingenuamente
en el deleite del futuro e incierto trabajo terminado y de sus supuestas
recompensas. No ves el camino lleno de espinas, solo ves las rosas. No piensas
que aunque tu vida vaya a cambiar no todo tiene por que ir a mejor.
La vida es así, sin
dolor no hay gloria, como dirían los peregrinos de Santiago. Las dificultades
son las que hacen la victoria más dulce. Han estado, están y estarán siempre a
tu lado. Gracias a ellas la recompensa merece la pena y aunque sus propósitos
sean hundirte no tienes que temerlas, serán la guinda del pastel. Fácil de
decir, de escribir y de subirlo a un blog. Realizarlo es otro tomo de una
colección de libros llamada Vida que pocos leen.
Personalmente, hace
tiempo que quiero abrir un blog y hablarle a todo el que quiera leerme. Puede
que esto acabe siendo las historias que nadie lee, olvidadas en un oscuro
rincón de Internet. Un proyecto en funcionamiento y sin futuro. Puede que la
ilusión del novato que hoy me embriaga, como lo hace con todo el mundo cuando
inicia algo que le fascina, me abandone. Puede que sean los rasguños de las
espinas los que capten más mi atención en lugar de las caricias de
los pétalos de las rosas. Pero el camino que se empieza y no se
desanda es terreno ganado a las tribulaciones y todo camino es eso: empezar a
andar, sin detenerse ni retroceder. Eso es lo que espero hacer yo y es lo que
me ha llevado a abrir este sitio, la certeza de que si no te mueves el destino
no va a llegar hasta ti.
Querido lector que ha caído dentro de este blog y ha leído hasta aquí, mi más sincera y calurosa enhorabuena por tener una paciencia que yo no tengo. Solo espero que vuelva a tropezar por este dominio casualmente y se detenga a gastar su tiempo en estas letras escritas con tinta cibernética. Yo seguiré andando, intentando que la ilusión del novato no se apague y me dure hasta el fin de esta página, empapando todo lo que se publique en ella. Espero que las historias, pensamientos, artículos, etc. que aparezcan en este sitio sean del agrado de unos pocos.
Solo me resta desearles que tengan una feliz
invitación compartida donde ustedes dejan entrar mis letras a sus pantallas y
yo les permito el paso hasta lo más hondo de mi imaginación ¡Hasta la próxima!
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